Una vez más nos encontramos a principio de un nuevo año. A estas alturas solemos plantearnos algún que otro cambio en nuestra vida con respecto al año que dejamos atrás. Por norma general, intentamos convencernos para cambiar ciertas rutinas que intuimos que no son las más adecuadas para llevar una vida todo lo equilibrada y saludable que queremos.
Esta Navidad pasada llegó a mí esta frase de Frederick Matthias Alexander:
“Las personas no crean su futuro. Las personas crean sus hábitos y éstos crean su futuro”.
Su lectura me hizo reflexionar sobre la profunda y gran influencia que unos buenos hábitos tienen en nuestra vida y hasta dónde su bondad nos puede hacer crecer, tanto a nivel profesional como personal.
En mi opinión, una “cadena de buenos hábitos” marca la diferencia a la hora de construir y disfrutar de una “vida exitosa” -si por éxito entendemos cubrir tanto nuestras necesidades como alcanzar nuestros objetivos (laborales, sociales, salud, familia, etc.)-. Una persona disciplinada, que cuida su alimentación y descanso, que tiene claros sus objetivos y entiende que hay que dedicar tiempo y esfuerzo para mejorar las capacidades que uno posee, etc. suele estar más centrada para llevar su vida por caminos productivos y enriquecedores, que otra persona que carece de hábitos y rutinas inspiradoras que tengan un impacto positivo en su vida.
Me atrevería a decir que aquellos que se mueven por impulsos constantemente, que no tienen ni orden ni concierto en su vida, a penas logran alcanzar aquellas metas que en su día soñaron (porque no es suficiente sólo con soñarlo o desearlo).
Las personas que progresan lo hacen en gran medida gracias a esas rutinas potenciadoras que día a día han ido introduciendo en sus vidas. Rutinas que muy posiblemente estén precedidas por otras que se han ido adquiriendo desde la niñez.
En mi caso, basándome en mi propia experiencia, ser una “persona de hábitos” me ha ayudado mucho en mi día a día. Ha favorecido mi salud mental y física, y como no, también mi salud emocional, la cual se ha visto positivamente favorecida, y todo eso se ha visto reflejado en los resultados y objetivos conseguidos. Con mis aciertos y errores.
Pero sobretodo, mis hábitos me han ayudado a superar los malos momentos -que los hay- y a no desviar mi foco. Especialmente, esta última razón me ha hecho ver la importancia de fomentar hábitos saludables en la vida de mi hija, que espero y deseo que le acompañen durante toda su vida.
Los considero necesarios no sólo para que sea de mayor una persona ordenada, llegue puntual a su puesto de trabajo y no holgazanee por las mañanas cuando suena el despertador. Si no porque esa disciplina que va implícita en el proceso de formación de un hábito le será muy útil también para encontrar aquello que busca, a esforzarse por lo que quiere, a no rendirse antes de tiempo, a ser flexible y dinámica en su vida, a no tener miedo a los errores o fracasos, a superar con éxitos las dificultades…es decir, a vivir de una manera #inteligente-menteFeliz.
Y digo esto porque para mí, la adquisición de buenos hábitos influyen más allá de lo que a priori podemos percibir a través de nuestros sentidos a la hora de conseguir nuestros objetivos (aprobar un examen, practicar un deporte, reducir el colesterol,…).
Una función principal -y diría yo, la más importante- es que nos ayudan a desarrollar nuestra área más personal y de crecimiento interior. Porque cuando estamos forjando nuevos hábitos al mismo tiempo estamos cultivando aquellas cualidades más valiosas para el ser humano y que son la clave de nuestro bienestar físico, mental y emocional -son la clave de una vida feliz y plena:
*LA RESPONSABILIDAD Y EL COMPROMISO por nuestra parte es necesario cuando estamos forjando un nuevo hábito, para hacerlo lo mejor posible y al mismo tiempo, aceptar las consecuencias de nuestros propias acciones.
*LA GRATITUD nos permite ver el lado bueno de la vida, valorando los pequeños logros y evitar lamentarse por lo que aún no se ha conseguido. Esta cualidad nos ayuda a ir poco a poco, siendo respetuosos con nosotros mismos.
*EL CUIDADO visto como dar atención a uno mismo. Los buenos hábitos en nuestra vida reflejan el amor y cuidado que queremos darnos, y nos ayuda a fomentar el cuidado también por los demás.
*LA ALEGRÍA funciona como una pieza clave en nuestra cadena de hábitos. Surge del trabajo bien hecho, de haber superado dificultades y ver que somos capaces de avanzar a pesar de los obstáculos que aparezcan por el camino. La alegría fortalece nuestra motivación.
*LA COMPASIÓN nos ayuda a no juzgarnos continuamente y a comprender aquellos errores o nuestra debilidad en momentos determinados. Si no conseguimos nuestro objetivo, evita que nos culpemos y nos frustremos tanto que cejemos en nuestro empeño.
*LA CONFIANZA en nosotros mismos y ser DECIDIDOS nos acerca cada día más a nuestra meta superando los momentos difíciles y valorando nuestro esfuerzo y entrega.
*LA COOPERACIÓN nos permite pedir ayuda cuando lo necesitemos y sintamos que flaqueamos en el camino. Compartir nuestras inquietudes y objetivos puede ser un trampolín que nos impulse a seguir intentándolo.
*EL SENTIDO DEL HUMOR y LA CREATIVIDAD nos ayudan, por un lado, a reírnos de nosotros mismos, a relativizar y dar la importancia justa a las cosas que nos sucedan; y por otro lado, nos permiten afrontar situaciones que nos resultan incómodas o causan en nosotros pereza y poca motivación.
*LA PERSISTENCIA Y LA PACIENCIA nos invitan a continuar y mejorar nuestra vida, y a aportar la calma necesaria para pensar con claridad y rebajar la tensión.
*EL AUTOCONTROL permite no dejarnos llevar por nuestros impulsos o instintos sin hacer uso de la razón. Gestionar nuestras emociones y aprender a posponer la gratificación instantánea es una de los más valiosos aprendizajes que podemos obtener a la hora de integrar nuevos hábitos.
*LA RESILIENCIA, cualidad poderosa que nos ayuda a superar las adversidades, a aprender de los errores y a aceptar las decepciones cuando nos cuesta alcanzar ese objetivo.
*LA ACEPTACIÓN Y EL RESPETO por uno mismo, como cualidades pilares que nos permiten reconocer que no somos perfectos y nos ayudan a afrontar con actitud positiva el reto de adquirir ese nuevo hábito y a superar los posibles obstáculos: “sé que no me va a salir a la primera y voy a tardar un tiempo en conseguir hacerlo porque no soy una máquina. Necesito tiempo”.
Durante la creación de unos buenos hábitos todas estas cualidades, y muchas otras, entran en el terreno de juego y repercuten tanto en el propio individuo (autoestima, confianza y seguridad) como luego en las relaciones del individuo con su entorno. Son ayuda presente y futura.
Por lo tanto, cuando tu hij@ está adquiriendo, por ejemplo, el hábito de lavarse los dientes no sólo está siendo higiénico y cuidadoso con su salud bucodental, presente y futura, si no que está trabajando al mismo tiempo la responsabilidad, el autocontrol (procrastinación y aplazamiento de la gratificación inmediata), el compromiso, la satisfacción personal y el bienestar, la paciencia, etc.
Las nuevas rutinas que vamos integrando en nuestro quehacer diario provocan un cambio fisiológico en nuestro cerebro, nuevos circuitos neuronales y patrones de comportamientos que si son bien consolidados, nos acompañarán el resto de nuestras vidas (de ahí la importancia de que sean acciones saludables y que se vayan formando desde muy temprana edad).
Por todo lo explicado, llego a la conclusión de que los hábitos son esenciales para nuestro desarrollo físico, intelectual y emocional, además de su increíble influencia en nuestro desarrollo interior, es decir, son actores principales de nuestra vida, ya que pueden restar o multiplicar nuestras posibilidades de alcanzar y mantener nuestras metas en e más amplio sentido de la palabra.
Y es entonces cuando vuelvo a leer la frase de F. M. Alexander y reafirmo que los hábitos son realmente los que crean el futuro de las personas. Los que gobiernan nuestra existencia y nos orientan y sustentan para conseguir aquello que definen nuestros propósitos de vida.
Gracias.
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