A veces, sentimos que nuestras emociones lejos de ayudarnos, nos perjudican. Pero, ¿qué tal si te dijera que hay una clave para que esto cambie? La clave está en hacer que tus emociones trabajen para ti y no en tu contra.
La vida moderna puede ser abrumadora, con una lista interminable de tareas, responsabilidades y expectativas. A menudo, nos encontramos atrapados en una rutina que nos hace sentir cansados, desmotivados y desconectados de nosotros mismos y de lo que es realmente la vida. Incluso, nos despertamos ya cansados y desganados solo de pensar en todas las tareas diarias que nos esperan.
Todas estas obligaciones y presiones pueden afectar negativamente a nuestra salud y relaciones. Y lo curioso de todo es que, a veces, lo vemos y así lo sentimos, pero no somos capaces de parar y replantear nuestras rutinas.
Estas presiones las solemos extender a los más pequeños, a quienes también les asignamos muchas responsabilidades y tareas que provienen de nuestro estilo de vida acelerado.
Yo diría que encendemos el “piloto automático” al levantarnos (yo la primera), y así permanecemos durante el resto del día, lo cual nos hace perder de vista lo más importante: vivir y disfrutar de cada momento. Ser consciente de nuestro día a día.
Todas las mañanas, cuando dejo a mi hija en el colegio, le digo la misma frase al despedirme: “Te quiero, pásalo muy bien y disfruta aprendiendo”. Porque no quiero que pierda de vista lo más valioso: disfrutar de su día.
Ella, como cualquier otro alumno, tiene también presiones -internas y externas- y su vida escolar, aunque es más llevadera que la nuestra en general, también está llena de frustraciones, dificultades, miedos, etc. y requiere, por lo tanto, también de esfuerzos, motivaciones y de apoyo.
Cada uno, sin importar la edad, tiene que lidiar con sus pequeñas batallas y todos necesitamos de recursos o herramientas para afrontarlas de una manera inteligente y saludable.
Por esta razón, quiero compartir con vosotros aquello que a mí me funciona a la hora de hacer frente a todas estas tareas y responsabilidades con una mayor energía y una actitud más positiva, y poder llevar el día con más alegría y ligereza:
La clave está en hacer que “mis emociones trabajen a mi favor, no que trabajen en mi contra”.
¿Y qué hago yo para que esto suceda?
Lo que hago, me funciona y te recomiendo que pruebes es: cambiar los “tengo que hacer” por los “quiero hacer”.
Aparentemente, es un gesto pequeño y sencillo de poner en práctica, pero requiere un gran esfuerzo, sobre todo al principio. Buscar beneficios emocionales en aquello que en un primer momento no nos apetece hacer requiere un profundo trabajo. Pero debo decirte, que una vez que los encuentras y disfrutas de esos beneficios, tu cerebro será el primero en pedirte que repitas o por lo menos, estará más relajado a la hora de lidiar con esos quehaceres diarios.
¿Y cómo logro yo esto?
Encontrando motivación en aquello que voy a hacer. De una manera consciente cambio esos sentimientos negativos y poco productivos por unos más atractivos y eficaces. Realizo un “giro” en mi manera de pensar, contestando a los “para qué” que me ayudan a encontrar esa motivación que estoy buscando.
Poniendo esto en práctica encuentro esas cosas de peso que me reportan beneficios o recompensas emocionales -aquí es cuando realmente pongo a trabajar mis emociones a mi favor-.
Cuando encuentro mi motivación, automáticamente los “tengo que hacer” se transforman en los “quiero hacer”, sintiendo que no solo me cuesta menos iniciar esa actividad, sino que, a la vez, hace que ahorre en “fuerza de voluntad” que es un recurso finito (no lo olvides).
Lo que en un principio puede ser visto como autodisciplina, no lo es. Porque lo hago porque quiero. Por todo lo que me reporta (a nivel físico y mental, de energía y autoestima), lo cual supera cualquier inconveniente o desventaja que, también te digo, suelen ser temporales -mientras te reorganizas-.
Así, por ejemplo, cuando empecé a hacer deporte en casa, debido al confinamiento, lo hice porque encontré beneficios emocionales una vez que finalizaba mi rutina. El aburrimiento y la falta de vida social hicieron que me dedicara más a mí. Tenía tiempo, mucho tiempo. Así que, decidí establecer una rutina deportiva en mi día a día porque era buena para mi salud, que con el paso del tiempo se ha convertido indispensable en mi vida. Y aunque a veces me da pereza hacerla, mi cerebro rápidamente me recuerda lo bien que me siento una vez que finalizo mi sesión, y casi sin darme cuenta, estoy lista para la acción. También, cuando “tengo que” sacar a mi perro a pasear. Pienso en lo todos los pasos que voy a acumular a lo largo del día -mi propósito los 10.000- y en la sensación de bienestar que me produce alcanzar mi objetivo (además del beneficio que le reporta a mi mascota, como no podía ser de otra manera) y es entonces, cuando se produce la transformación de pensamiento diciendo: “quiero sacar a pasear a mi Blacky”.
Hacer aquello que eliges hacer porque quieres, funciona. Y funciona porque es el mejor camino hacia la realización, la felicidad y éxito (la forma que cada uno defina éxito), ya que te ayuda a alcanzar tus objetivos. Y eso te hará sentirte mejor. De esta manera, este sentimiento hará que continúes con tus “quiero hacer”. Te encontrarás, sin darte apenas cuenta, en medio de un círculo vicioso de rutinas saludables que no te forzará a ser.
Ahora bien, como dije anteriormente, es necesario realizar un esfuerzo, porque las cosas que valen la pena requieren esfuerzo. El esfuerzo en sí no es fácil, pero decidir hacer ese esfuerzo sí lo es.
Recuerda buscar tus “para qués” de peso. Vive poniendo atención e intención en lo que haces. Te permitirá elegir mejor y disfrutar más de tu vida y de los tuyos.
“Pequeños cambios pueden producir efectos gigantes”.
Espero que a ti también te funcione y que puedas transmitirlo.
Un saludo.