El poder de la estimulación temprana.
Las enriquecedoras experiencias que un niño vive en esta etapa, a través del juego, las artes, el deporte, así como las relaciones, influyen directamente en cómo será su desarrollo.
Cuando Albert Einstein era niño, pocas personas podían augurar las notables contribuciones que de mayor haría a la ciencia.
Experimentó problemas para hablar y aprender, lo cual preocupaba mucho a sus padres y a su hermana, quienes pensaban que jamás aprendería.
Alrededor de los 5 años, su padre le involucró de alguna manera en su trabajo como ingeniero, lo que despertó en Einstein su curiosidad por la ciencia; más tarde, su madre le introdujo en el mundo de la música, regalándole un violín, porque quería que amara y apreciara este arte.
Estos dos dones desafiaron el cerebro del pequeño gran Einstein de formas distintas en el momento adecuado, propiciando su despertar académico.
Hago esta pequeña y muy resumida mención a la vida de Albert E. como ejemplo para explicar cómo influye realmente un ambiente rico en estímulos en el cerebro de un niño que está en constante cambio y crecimiento.
Al inicio de estos períodos, el número de conexiones entre las células se duplica. Esto permite que el cerebro aprenda mucho más rápido que en cualquier otro momento de la vida. Por lo tanto, las experiencias de los niños en estas fases tienen efectos duraderos en su desarrollo.
Voy a centrarme en el primer período sensible que comienza alrededor de los dos años y concluye sobre los siete. Durante esta etapa, los cerebros de l@s niñ@s pueden absorber información de manera única. Si la inteligencia se define como la capacidad de aprender, l@s niñ@s entre los 2 y los 7 años pueden ser los humanos más inteligentes del planeta.
Esta etapa es una maravillosa oportunidad que el adulto debe aprovechar para maximizar este período crítico y sentar las bases de una educación integral, fomentando el amor por el aprendizaje, introduciendo la inteligencia emocional y sacando el máximo partido a las experiencias vividas por l@s niñ@s.
Una de las misiones de los adultos es ofrecer al niño nuevas actividades que despierten su curiosidad e ilusión por aprender algo nuevo.
Enfatizar la persistencia y el amor por el proceso de aprendizaje con creatividad e ilusión, creando espacios seguros donde ell@s puedan explorar y errar sin ser juzgados, es fundamental para su correcto desarrollo físico y mental.
Es, también, un momento maravilloso para fomentar en nuestr@s pequeñ@s una mentalidad de crecimiento, donde puedan comprobar que los talentos y las habilidades se desarrollan a través del esfuerzo y la constancia, en lugar de creer que son dones innatos y fijos.
Por lo tanto, un consejo muy valioso para nosotros los adultos es: “no etiquetar a los niños o hacer declaraciones universales sobre su capacidad”.
En esta etapa, no es tan importante aprender una materia en profundidad como exponerlos a una amplia variedad de opciones. Es el momento de involucrar a l@s niñ@s en la música, el arte, la lectura, deportes, matemáticas, ciencias e idiomas.
En este periodo, se encuentran en una especie de tiempo de pruebas, tocando varios palos en su aprendizaje. Lo cual les dará esa creatividad y flexibilidad para enfrentarse a los retos de este mundo tan cambiante, aumentando su capacidad de improvisación. Tiempo tendrán de especializarse más adelante.
Trabajar desde edades tempranas con l@s niñ@s las habilidades tanto intrapersonales como interpersonales a través de la bondad, la amabilidad, la compasión y el trabajo en equipo, así como el reconocimiento y gestión de sus emociones, favorecerá el desarrollo de su área más personal, lo que influirá de manera positiva en el desarrollo de las restantes áreas.
Además, enseñar con emoción produce en el aprendiz un despertar curioso, una atención sostenida y consciente, que hace que aprender sea algo siempre interesante.
“El cerebro sólo aprende si hay emoción”.
Profesor Francisco Mora
Ofrecerles, en esta etapa tan crucial para su desarrollo integral, un amplio abanico de actividades en diferentes áreas de conocimiento, va a favorecer y actuar de precursor de la educación “real”.
Estos años son años maravillosos para sentar las bases de lo que será su aprendizaje futuro. No se trata de agobiar al niño o niña con un montón de actividades que lo único que le provocarán será estrés en su día a día, sino ofrecerle de forma amable, respetuosa y consciente estímulos que le inviten a explorar su entorno y le permitan descubrir aquello que más le reconforta. No tienen aún que decidir a qué se van a dedicar el día de mañana, pero todo lo que jueguen, hagan y descubran hoy les ayudará a elegir el día de mañana.
Yo Soy #inteligente-menteFeliz